Heredero del arte tejido y de la cosmovisión wayúu, Arturo nace en la Valledupar de 1990 en medio de una familia de costureros y tejedoras quienes le inculcaron la cultura de lo hecho a mano y el poder que tienen nuestros entornos naturales en nosotros como seres humanos. Es desde este origen mismo desde el cual Arango reconoce el poder de lo femenino y de la necesidad de incorporarlo en su quehacer y habilidades como hacedor. “Una penca de sábila para proteger al hogar de las malas energías”, “Baños de ruda para limpiar nuestras energías”, “ron preparado para aliviar dolores”, son ecos presentes en su inspiración.

A partir de estos saberes y su constante cuestionamiento frente a la naturaleza humana, Arango ha desarrollado un interés propio por el significado de “la dignidad” y cómo esta determina nuestras relaciones de poder y constitución como sociedad.
Dicha “dignidad” la relaciona con “la soledad” que muchas personas eligen como forma de vida y que otros anhelan aminorar un poco desde su posición en la sociedad. Las vincula también con las relaciones de poder ejercidas desde el género
en lo humano. A través de un ejercicio de profunda abstracción propia, Arango da vida a sus sueños y pesadillas de ansiedad en formas reales, de la vida cotidiana. Para esto se vale de sus pinturas y tejidos y de la creación de personajes que reflejen esta
dicotomía entre la materialización y lo que debe permanecer etéreo.

Arango es también un apasionado por la transformación de comunidades a partir del empoderamiento de las mismas en capacidades propias. Es por esto que se ha desempeñado como consultor de temas de género a través de las artes plásticas en proyectos e intervenciones sociales de agencias de cooperación internacional como USAID y MasterPeace.